jueves, 13 de septiembre de 2012

Al servicio de su majestad





 Ya está a la venta el cuarto volumen de 21!!!


21 yace atrapado en una cama de hospital, y comparte habitación con viejo monárquico y un banquero, mientras sufre la falta de ética de una pareja de médicos.

21 consigue escapar de las llamas enla Costada Morte, y acaba quemado y postrado en una cama de hospital. Sus compañeros de habitación son elementos típicos de la fauna hispana. Los médicos que lo atienden, energúmenos corrompidos. Entre ellos, un joven experimentador atormentado por una de las integrantes de una secta antiabortista… Nuestro héroe presenciará un crimen y, vendado hasta las cejas, tratara de huir de ese sanatorio de la perdición.

http://www.planetadelibros.com/al-servicio-de-su-majestad-libro-68569.html

jueves, 6 de septiembre de 2012

Primer Capítulo

Para exclusividad de nuestr@s fans veintiuner@s he aquí la versión en animación digital del PRIMER CAPITULO de nuestra saga por cortesía de Benjamín Escalonilla y elmundo.es http://www.elmundo.es/especiales/2007/07/cultura/21dedos/

Triadas

En el género polifacético de las pelis de triadas y que seguramente los jóvenes veintiuneros conozcáis de pe a pa permitámonos citar la Shinjuku Triad Society y la subsiguiente trilogía de nuestro idolatrado Takashi Miike, director ideal para coreografiar una matanza perfecta como la de nuestro capítulo introductorio (quien sabe... tal vez algún día, o en un universo paralelo...) Entre nuestras favoritas veintiuneras se encuentra también la trilogía de Infernal Affairs (bastante superior, pese a nuestro amor por Scorsese, al remake hollywoodiense) así como el maravilloso díptico Election (l@s que aún no la hayáis visto, ¿¿a qué estáis esperando??)
Para los más completistas aquí tenéis un listado de triadas en celuloide http://en.wikipedia.org/wiki/Category:Triad_films

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Proust



¿Qué os podemos contar de Proust? En plan cachondo, que la famosa Albertine que trae de cabeza al narrador de La Recherche era en realidad un maromo, el chofer bien membrado del frágil Marcel, Alfred Agostinelli. Dispuesto a todo para lograr camelarselo le encuentra trabajo a su esposa, Anna Square y viven los tres en extraño trío hasta que el secretario se raya y se pira a la casa de su viejo en Mónaco. El escritor manda a su amante Albert Nahmias para negociar su vuelta, ofreciendo pagarle lo que sea. Sabiendo que Alfred es un loco de la aviación Proust piensa comprarle un aeroplano en el cual gravaría versos de Stéphane Mallarmé. Irónicamente será en un avión donde Agostinelli encuentra la muerte, hundiéndose en el mar cerca de Antibes.

Este accidente muy moderno para la Belle Epoque dejaría al maestro desconsolado (habría otro chófer, más adelante, pero que se limitaría a traer al eterno convaleciente compañeros nocturnos de los bajos fondos parisinos). Tenemos una foto cachonda que hubiera hecho las delicias de Walter.

Para saber todo sobre Albertine/Alfred...
http://www.readingproust.com/albertin.htm

Estrellas malditas




La estrella maldita es sin lugar a duda uno de los personajes emblemáticos del melodrama de ambiente teatral. Un micro-género se dedicó a este personaje, el de la “novela de la actriz”, de la inacabada Fanfarlo de Baudelaire a La Faustin de los Goncourt o la Dinah Samuel de Champsaur sin olvidar a la increíble Nana de Zola, trágica lolita destinada a una temprana sífilis.

El estereotipo es retomado luego por el cine, culminando en el célebre Sunset Boulevard (Billy Wilder) y la deliciosamente enfermiza Qué fue de Baby Jane (R. Aldrich), fuente de innumerables versiones psicotrónicas que llegaron a constituir un curioso microgénero, el psycho-biddy o Grande Dame Guignol
http://en.wikipedia.org/wiki/Psycho-biddy


La estela de ambas películas creó el estereotipo de la estrella declinante, permitiendo el ambiguo (y decrépito) comeback de antiguas divas recicladas por la despiadada fábrica de sueños: así Bette Davis en The Star (1952), Joan Crawford in Torch Song (1953), Geraldine Page en Sweet Bird of Youth (1962), Susan Hayward en Valley of the Dolls (1967) y Faye Dunaway in Mommie Dearest (1981). Quizás se lleve la palma Rainer Fassbinder con su Die Sehnsucht der Veronika Voss (1982), centrado en la industria cinematográfica alemana de postguerra y claro homenaje a la obra maestra de Wilder con el amor trágico de su decadente estrella y el joven reportero.

Sin remitir a Hollywood la relación tabú de la vieja y el gigolo que encontramos en El Honor de los Campeador se hizo visible en Senso (1954) con Alida Valli y Farley Granger, The Roman Spring of Mrs. Stone (1961), con Vivien Leigh y Warren Beatty, y, también basado en el universo crepuscular de Tenessee Williams Suddenly, Last Summer (1959) con Katharine Hepburn.

El lamentable famoseo nacional ha pervertido mucho la augusta tradición de las antiguas glorias ninfómanas y majaretas. Para no remitir a inútiles infra-famosillos de nuevo cuño, rindamos homenaje a la edad dorada del “latin glam” con Raquel Meller http://www.valvanera.com/riojanos/meller1.htm

Toreros




El subgénero del toreo tuvo sus horas de gloria en la producción hispana pero empezó siendo algo esencialmente gabacho (en plan qué brutos que son los de allende los Pirineos). Después de algún intento fallido como Le toreador de la mujer de aquel cabrón de mariscal Junot, Laura Saint Martín y del bombazo de la Carmen de Mérimée (1846) con su torero Escamillo (sin, que se sepa, ninguna alusión psicotrópica), Teófilo Gautier cometió “Los amores de un torero” y el costumbrismo nativo se entusiasmó, engendrando cosas como Pascualito, La novela de un torero del uruguayo Manuel Acosta y Lara o El embrujo de Sevilla del (también uruguayo!) Carlos Reyles.

Para que os hagáis una idea del tono de esta obra Miguel Godoy Barroso cita un trozo en su página web sobre los Toreros de Córdoba:“Ese círculo [la arena, claro] nos transfigura, nos sublima, porque viven en él acaso las energías y las virtudes de nuestro heroico pasado; todo aquello que nos hizo grandes y fuertes”.[...]: “En este momento todos deliramos, todos nos sentimos capaces de cargarnos al mundo y sus arrabales. Mire usted esos rostros. Sólo a los héroes y a los grandes artistas les es dado suscitar emociones semejantes” [...]. “El que enloquece no soy yo, sino el redondel… El redondel nos electriza, nos transfigura, nos convierte en héroes legendarios. Yo estoy seguro que el público se imagina, en su entusiasmo, que el torero es España y el toro el Destino, y delira viéndolo desafiar arrogante y luego burlar la ira de la fiera, y vencerla, y dominarla, y, finalmente, tenderla muerta a sus pies. Lo que nos recuerda tan a lo vivo nuestra valentía de otras épocas, nos transporta y embriaga”...No comment.

El delirio iconogràfico llegaría con el célebre Sangre y Arena de nuestro ancestro Blasco Ibáñez –algo haremos sobre él en algún momento. El éxito de la novela se confirmó con el de las versiones cinematográficas, hitos en el kitsch hispano-hollywoodiense que pronto generarían parodias como la prescindible Ni sangre ni arena de Cantinflas.


(Rodolfo Valentino en plan Lolete)

Influenciada por nuestro amigo Pierre Louys y su La mujer y el pelele, una producción “sicalíptica” hizo del torero un personaje clave dentro de historietas delirantes de sangre y pasión carpetobetónica. Uno de nuestros naturalistas màs radicales, J. Lòpez Pinillos pariò un relato claramente antitaurino, Las águilas (1911),  que cuenta la ascensión y decadencia de «Josele», un torero salido de la miseria. Se lleva (discutiblemente) la palma (o la oreja) el cubano Alberto Insúa con su título über-cañí La mujer, el torero y el toro (1926) (con dos cojones, hostia, podría haber añadido). Existe versión cinematográfica (obviamente edulcorada) de 1950 (dirigida por un tal Fernando Butragueño). El más salvaje en la combinación de sexo y toreo no fue, sin embargo (¿os sorprende?) un íbero, sino el colgado Georges Bataille en Historia del ojo, de lectura obligada.

Citemos in extenso la escena de corrida (en ambos sentidos de la palabra) màs memorable de la literatura:

"Simona, con el culo tan ávido como antes y yo, con la verga obstinadamente erecta, regresamos juntos a la primera fila. Cuando llegamos a nuestro lugar, cerca de Sir Edmond, a pleno sol y en el sitio de mi amiga, encontramos un plato blanco con los testículos pelados; aquellas glándulas de grosor y forma de un huevo y de blancura nacarada, sonrosada apenas, eran idénticos al globo ocular: acababan de quitárselos al primer toro, de pelaje negro y en cuyo cuerpo Granero había hundido la espada.
—Son los testículos crudos, comentó Sir Edmond con ligero acento inglés.
(...)
Simona no podía alzarse el vestido y sentar su trasero desnudo en el plato de los testículos crudos. Debía limitarse a conservar el plato sobre las rodillas. Le dije que quería hacerle el amor antes que regresase Granero, hasta el cuarto toro, pero se negó y permaneció vivamente interesada: los destripamientos de los caballos, seguidos como ella decía de ‘pérdida y estrépito’, es decir, de una catarata de tripas, la embriagaban.
(...)
El toro era desconfiado y parecía poco valiente: la corrida continuaba sin ningún interés.
Lo que sucedió después se produjo sin transición y casi sin hilazón aparente, no porque las cosas no estuviesen ligadas sino porque mi atención ausente permaneció totalmente disociada. En pocos momentos vi primero a Simona mordiendo, para mi espanto, uno de los testículos crudos, luego, a Granero avanzar hasta el toro con un paño escarlata, y, más o menos al mismo tiempo, a Simona, acalorada con un impudor sofocante, descubrir sus largos muslos blancos hasta su vulva húmeda en la que hizo entrar, lenta y seguramente el otro globo pálido; a Granero, derribado, acosado contra la barrera, en la que los cuernos lo tocaron tres veces a voleo: una cornada atravesó el ojo derecho y toda la cabeza. El grito de terror inmenso coincidió con el orgasmo breve de Simona que, levantándose del asiento fue lanzada contra la baldosa, boca arriba, sangrando por la nariz y bajo un sol que la enceguecía. Varios hombres se precipitaron para transportar el cadáver de Granero, cuyo ojo derecho colgaba fuera de su órbita.
Bruscamente animados por un movimiento a la vez simultáneo y contrario se habían unido dos globos de consistencia y grosor semejantes: uno, el testículo blanco del toro, había entrado en el culo ‘rosa y negro’ de Simona, desnudado ante la muchedumbre; el otro, el ojo humano, había saltado fuera del rostro de Granero con la misma fuerza que sale del vientre el bulto de las entrañas. Esta coincidencia, ligada a la muerte y a una especie de licuefacción urinaria del cielo, nos acercó
por vez primera a Marcela, desgraciadamente por un momento muy corto y casi inconsistente, pero con un brillo tan turbio que me adelanté con paso sonámbulo como si fuese a tocarla a la altura de los ojos..."

En plan más cachondo, en esa época de oro del humorismo español que esconde tantas joyas veintiuneras, citemos a Antonio Robles Soler por su Torerito soberbio (1932).Hemingway retomaría el topicazo taurino en Muerte en la tarde (1932), fascinado por Pedro Romero del que se dice que mató a 5.600 toros, lo cual da que pensar (no sabemos el qué exactamente, pero es lo que se dice ¿no?). Nuestro tremendísimo Cela retrató con más garra la locura carpeto-vetónica de estos singulares übermenschen:

"El Obdulio Pimentel Gutiérrez, Niño de la Categoría II, padece de hernia, lo que no le permite progresar en el arte sino con mucha lentitud; su vecina doña Andrea, que gasta peluca y que tiene un hijo empleado en las pompas fúnebres (el Abelardo, que cuando era imitador de estrellas se firmaba Palomita de Carcagente), le está buscando recomendación para que le operen de balde en el hospital. El Obdulio Pimentel Gutiérrez, Niño de la Categoría II, piensa comerse el mundo por los pies, en cuanto le quiten la hernia. ¡A mí me hubiera gustado ver a Manolete con hernia! –solía decir– ¡Ya veríamos si hubiera sido el mismo! El Obdulio Pimentel Gutiérrez, Niño de la Categoría II, no lleva su hernia con resignación. El Obdulio Pimentel Gutiérrez, Niño de la Categoría II, lleva su hernia con un braguero de confección casera que le hizo la mamá del funerario con un duro de plomo [N. de R.: es decir, con una cantidad de plomo del valor de cinco pesetas] y unos tirantes de su difunto marido. ¡El día que me quiten la puñetera hernia, me como al mundo! -Como hay Dios, que me como al mundo y no dejo ni el rabo!" (Toreo de Salón. Farsa con acompañamiento de clamor y furia, 1963)

El tema taurino ha seguido alimentando la literatura y el cine patrios y extranjero, con cosas tan psicotrónicas como la versión softcore de Sangre y Arena para lucimiento de la entonces decaída Sharon Stone (1989). Almodovar explorò toda la parafilia perversa del personaje en Matador (1986), de claro corte batailliano. Rindamos homenaje a la Cuadrilla por su inenarrable Justino, un asesino de la tercera edad y señalemos una al parecer pequeña joya del cine mexicano reciente Toro negro: el triste matador sobre "el suicida", matador de toros famélicos en la región Maya del sureste de México (???). Por último (porque no todo van a ser comidas de rabo) cubramos de oprobio La pasión de Manolete... por cierto, todo parecido entre Manolete y nuestro Lolete es pura... vease sino http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/noticia.asp?pkid=280080

Podéis perder un poco de tiempo en una librería especializada en libros de toros: http://www.libreriarodriguez.com/
O leyendo ¡Torero! Los toros en el cine de Muriel Feiner (Alianza Ed).

Lolitas




Si bien fue la obra maestra de Nabokov (y consiguientemente la de Kubrick) la encarnación definitiva del mito de la “lolita”, éste había ya dado mucha guerra desde las novelas libertinas del siglo XVIII –tan deliciosamente veintiuneras, por cierto. La Confession d’une jeune fille de Pidansart de Mairobert (qué pedazo de nombre) por ejemplo, nos presenta ya una de esas jovencitas fogosas e incorregiblemente curiosas (la pequeña Safo dotada de un “clítoris diabólico”, aunque suena mejor “clítoris diabolique”) que abundarían en la literatura erótica del XIX hasta culminar con las inenarrables fantasías de Pierre Louys (que hoy en día, en nuestros tiempos de progresía, serían sin lugar a dudas censuradas como abiertamente pedófilas), cuyas Tres hijas de su madre y Manual de civilidad para uso de niñitas todo ventiunero debería leer con veneración.

Tras triunfar como consorte de la mujer fatal (pronto, pronto habrá algo sobre las fatales) en la “fin de siècle” (época veintiunera por excelencia), la lolita va haciéndose un hueco cada vez más claro en la literatura general y pornográfica. Nabokov consigue fusionar todos los motivos, creando un auténtico mito moderno, mezcla de consumismo, cretinismo y perversidad que va a arrasar con todo, desde el cine hasta la moda, pese a la creciente represión legislativa (Dolores tiene 12 añitos en la novela...).



En cine citemos aparte de la mítica adaptación de Stanley Kubrick (la cual cumple ahora mismito 50 años!) y el interesante remake de Lyne el melodramático Almas perdidas de Dino Risi con la cándida Anicée Alvina, ya un poco mayorcita (imperativos legales habituales del 7º arte en lo que atañe al candente tópico de la lolita), o el Padre Putativo de Alberto Lattuada (la lolita es aquí una joven retrasada, la sexísima Teresa Ann Savoy). De hecho el subgénero lolitesco arrasó, cinematográficamente hablando, en el cine italiano de destape. La lolita se presta ahí a múltiples combinaciones, empezando por el inevitable incesto de los Placeres Prohibidos de Salvatore Samperi.En otras filmografías saludemos a nuestro queridísimo Gainsbourg con su Stan the Flasher, donde da rienda suelta a su humberthumbertismo proverbial.

Siguiendo con “les lolitas” gabachas señalemos La petite sirène de Roger Andrieux, donde Philippe Léotard termina cepillándose a la hermana menor de su novia o el suculento La chica de 15 años de Jacques Doillon donde un ibizenco idilio termina con la pequeña Judith Godrèche cepillándose al viejo de su amiguito. En plan cachondeo, el inevitable profe de Letras es perseguido por la histérica hija de su mejor amigo en La petite allumeuse (la pequeña calientapollas) de Danièle Dubroux.Nelly Kaplan se monta un buen rollete entre profe y alumna en Nea. Versión trashy o basuril de Nabokov es Babyface de Jack Blum, con la treceañera Elisabeth Rosen cargándose a su vieja con la ayuda del amante común. Abiertamente electril (por lo del complejo, pero tambien por lo eléctrico) es Caído del cielo de nuestro querido colgado Dennis Hopper, escándalo en Cannes (1980) que flirtea con el ethos punki. Por ende, no podemos olvidar a Buñuel con su pequeña joya infravalorada, La joven. Carlos Saura también se apuntó al tema con Elisa, vida mía, drama cerebral entre Geraldine Chaplin y Fernando Rey.

En las letras hispánicas la mejor lolita es sin duda la protagonista de Luna Caliente del olvidado Mempo Giardinelli (1983), precediendo de mucho la Rosana de La flaqueza del bolchevique (y su jugosa encarnación fílmica).Para los veintiuneros más viciosillos (que los hay) acaba de salir el Magnus Opus sobre el tema, desgraciadamente aún no hay traducción española. Se trata de Petites madones perverses et lolitas de Sebastien Hubier (EUD, 2007. No os damos más ideas que para encontrar lolitas por la web os bastáis y sobráis vosotros solitos...

Thrillers marítimos




Thrillers marítimos

El subgénero del thriller marítimo al que pertenece la primera entrega de nuestra saga ventiunera es uno de los más curiosos de la tradición de la novela negra. Su representante más célebre fue tal vez Charles Williams (1909-1975) –del que volveremos a hablar en otros apartados debido a su veintiunísimo The Diamond Bikini (1962).

Tras enrolarse por diez años en la marina estadounidense se dedicó a la novela negra, empezando por el subgénero entrañable del “backwood noir” que podríamos traducir por “novela negra palurda” a la que 21 rinde claro homenaje en “Gothic Galicia”. Tras el éxito de sus Hill Girl (1953), Big City Girl o Uncle Sicamore and his Girls, decidió abandonar la tierra firme y las palurdas ninfómanas y criminales para entregarse al “blue-water noir” o “novela negra de agua dulce” en una serie de títulos memorables: Scorpion Reef (trad. esp. El Arrecife del Escorpión, 1955), The Sailcloth Shroud, Aground, And The Deep Blue Sea y el mítico Dead Calm (tr. esp. Mar calmo, 1963) que se haría famosa 14 años después que Charles se suicidara en su caravana (y no ahogado como cuentan por ahí, tal vez porque pegue más con sus obras).
Actualmente sólo tres de sus novelas están disponibles en Estados Unidos, lo que puede hacer reflexionar a todo ventiunero sobre lo asquerosamente injusta que es toda la industria editorial –y no sólo la de nuestros lares.



El subgénero se popularizó (cómo no) en una serie de producciones cinematográficas, empezando por la adaptación de la obra maestra de la Highsmith que hizo René Clement en A pleno sol. Aparición estelar de nuestro idolatrado Ripley en la piel de un inolvidable y polierótico Alain Delon, esta obra es de culto obligado para todo veintiunero que se precie.



El cuchillo en el agua de Roman Polanski marcó un nuevo hito, mezclando derhttp://www.blogger.com/img/blank.gifiva existencialista y homenaje a Hitchcock con un Donald Pleasance tan perturhttp://www.blogger.com/img/blank.gifbado que te lo llevarías a casa para tenerlo encerrado en una diminuta caja de cerillas.



A nivel de box office fue Dead Calm (1989), la adaptación de Williams por Philip Noyce, quien se llevó el gato al agua (hehe) en una producción tardochentera en la que descolló una de nuestras “21 queens” preferidas, Nicole Kidman. Otros films incluyen adaptaciones del Williams marino como Aground (a.k.a Dictator’s Guns o L’arme à gauche) del 65 y The Sailcloth Shroud – The Man Who Would Not Die (aka Target in the Sun) (1975).

LINKS: Williams
Aunque es mejor en ingles
En francés, con muchas ilustraciones guapas http://www.gloubik.info/williams/williams.html
En Internet Movie Database http://www.imdb.com/title/tt0097162/

El Honor de los Campeador




Lolete, un torero descastado, y su familia, navegan pretenciosamente por el mar Mediterráneo en un lustroso yate. Con el matador viajan, entre otros, su madre Matilde, que lo quiere con locura, y su lujuriosa sobrina Sofía. Camuflado entre los demás miembros de la cuadrilla está nuestro héroe, 21. Nadie conoce su identidad hasta que se delata su apéndice genuino de la manera más idiota. Para entonces, ya habrá descalabrado las existencias de sus compañeros de aventura...

Y a continuación, en exclusividad para nuestr@s fans veintiuner@s iremos desvelando algunas de las claves de la obra...



Pilladla ya en
http://www.planetadelibros.com/el-honor-de-los-campeador-libro-67410.html